Hace rato que no les cuento un cuento...
La casa está vacía pero todavía huele a sopa de repollo y masa de levadura caliente, limón y vinagre.
“He vivido aquí la mayor parte de mi vida,” dice Oma.
“Eso es mucho tiempo,” digo yo.
Oma se para frente a la ventana de la cocina y mira el patio trasero.
“Emily. Oma. Es hora de irnos,” dice mi madre.
Mientras nos alejamos, Oma sigue mirando hacia atrás.
En su nueva habitación, mi madre pregunta, “Qué te parece?”
Oma mira a través de la ventana el rio y los sauces llorones.
“En la calle Maple , no habia mucho para mirar,” dice.
“Pero la Sra. Mostowyk siempre saludaba cuando colgaba su ropa afuera para secar”.
“Yo amo cocinar,” dice Oma. “El abuelo siempre decía que nadie hace strudel como yo”
“Puedes hacer strudel en nuestra casa,” digo yo.
Oma me sonríe y me da unas palmaditas en el dorso de mi mano.
Antes de que terminemos el recorrido, Oma dice que está cansada y quiere recostarse.
“No creo que a Oma le guste estar ahí,” digo yo “Creo que extraña la calle Maple.”
Mi madre está por llorar.
“No te preocupes,” dice. “Todo va a salir bien.”
Y tal como Oma, mi madre me palmea el dorso de la mano.
“Bobos!”repito y me río.
Vamos a hacer dos pilas. Cosas para conservar y cosas para dar.
“No podemos quedarnos con todo?” pregunto.
“Oh, Emily,” dice mi madre, riendo.
“Eres tan parecida a tu abuela.”
Yo me pruebo ropa antigua y sombreros graciosos
Le muestro a mi madre una camisa de franela con los puños pintados. Le pertenecía al abuelo.
“Quizás, le recuerdan a la calle Maple.” Digo yo, encogiéndome de hombros.
“Mira ésto!” dice mi madre, sosteniendo una manta deshilachada.
“Era tuya cuando eras bebé, Emily.”
Encontramos el vestido que mi madre usó en su primer recital de piano.
Al final del día, sólo teníamos una pila. Cosas para conservar.
“Oma hizo este quilt con las remeras del abuelo,” dice mi madre.
“Podriamos hacer un quilt,” sugiero yo, “Usando todas las cosas que Oma amaba de la calle Maple.
“Mira en lo que nos has metido!” dice mi madre
Pero se ríe por primera vez desde que Oma se mudó de la calle Maple.
Oma sigue quejándose. Su cuarto es muy fríp de día y muy caluroso de noche. Las flores del pasillo la hacen estornudar. La cancha de Bowling esta torcida y los zapatos alquilados huelen mal.
“No te preocupes, Oma,” yo digo. “Las cosas mejorarán.”
Y le palmeo el dorso de la mano.
Contengo el aliento mientras Oma desenvuelve la gran caja, levanta el quilt y lo despliega en su cama. Repasa mis puntadas con la punta de los dedos.
Mi madre ha bordado una casa como la de la calle Maple. Hay un horno para cocinar pan y hacer strudel, y una ventana con cortinas que miran hacia la casa de la Sra. Mostowyk. Oma saluda.
Se recuerda bailando en su boda, contando el tiempo mientras mi madre tocaba el piano y envolviéndome en una manta el día que nací.
“El quilt es hermoso,” dice “Esta hecho de amor.”
En el día libre del cocinero, ayuda en la cocina y hace sopa de repollo y strudel. Hasta se compró sus propios zapatos de Bowling.